martes, 22 de octubre de 2013

Puntos suspensivos

Ella se excusó en ansiolíticos, él en su afán de verla feliz...
Ella pensó que el tiempo... él en robarle sus pastillas.
Ella que si falta de espacio... él haciendo hueco a sus evasivas.
Ella huyó con sonrisa hipnótica... y él se acabó de hundir...

El reloj siguió su ciclo...

Ella se expatrió a sí misma...
Y él...

Se le ve renovado, receptivo al cambio, abandonado a sus ganas de vivir, atendiéndose a sí mismo sin la farsa de su amada.
Vengándose de aquel hechizo siendo lo que quiso ser, escuchando a sus entrañas y tirando la llave de aquella puerta cerrada.
Iluso pensó que dándole tiempo y cediéndole espacio ella regresaría, pero no contó con que el tiempo se caduca en el baúl de las oportunidades y el espacio lo reemplaza el amor propio, que por ser propio siempre lleva ventaja.
Por fin perdió ese silencio gris y aquella escarcha en la cara, consumido por la debilidad de aquellos ojos que encarcelaron su vida y sus esperanzas.

Ella creyó en otro intento... él esquivó repetir...
Ella retomó su desprecio... y él se alegró de vivir.

domingo, 25 de agosto de 2013

Oferta y demanda


En el mercado de los sueños
he puesto de oferta mi cordura,
liquido sentimientos
y malvendo la locura,
a ver si los errores cicatrizan,
la impaciencia busca calma,
la vergüenza y la prudencia
a la osadía se declaran.

Date prisa que se acaba
llevo barato el corazón,
hoy, un tres por dos en abrazos,
mañana, envaso al vacío la emoción,
se puede pagar con besos,
o un cheque del querer,
un vale si es por afecto,
para halagos con un pagaré.

En el mercado de los sueños
me apetece estar despierta,
por si las palabras que me grito
huyen y luego entran,
dejaré un camastro en el suelo
por si decides volver,
y el deseo y la ternura
quieren cita de ocho a diez.

lunes, 19 de agosto de 2013

Sobraban motivos

Fue una tarde de agosto,
de frescura fundida,
cielo color papaya
tras apagarse el sol.

Adolescencia agitada,
miradas borrachas
de un primer amor,
de un te quiero mudo,
de un lleno de dos.

Nos faltó abrir la puerta
a besos nuevos,
sacudir nuestros miedos,
caminar de la mano,
traducir el silencio
y fumarnos el tiempo.

Nos faltaron promesas
sin mirar el reloj,
desnudar los abrazos
derrocharnos por dentro,
dibujarnos caricias
olvidando el afecto.

Se agotó la tarde,
el cielo acicalado de noche,
testigo sigiloso de
latidos y silencios,
de oportunidades dormidas
para contar estrellas,
conversar con la luna
por un cuándo, un por qué,
sí sobró un yo me quedo
o faltó un quédate.

domingo, 21 de julio de 2013

Gran cilindrada

14 de Marzo de 2002

Ocho días inquieto por ir a recoger la moto de mis sueños y hoy que se ha hecho realidad, de nuevo he tenido la sensación que me faltaba algo. 
Cuando el vendedor me ha entregado las llaves y me ha dicho ¡toda tuya! he recordado aquella mañana de San Juan, cuando mi padre en contra de la voluntad de mi madre, aparecía con una motocicleta de segunda mano y me ofrecía hacer las primeras prácticas con él en aquel descampado que había delante de casa; toda una recompensa por haber traído buenas notas. Recuerdo que la ilusión hizo que dejase plantados a mis amigos, como la de olvidar la idea de rematar aquel paquete de petardos sobrantes en la verbena de la noche anterior.
Desde muy temprana edad siempre he ido en bicicleta a todos lados, pero después de hacer todas las locuras posibles con ella el cuerpo me pedía estrenar mi adolescencia y transportar mi adrenalina en algo con motor y algunas cilindradas, raro era el día que no martilleaba a mis padres durante las comidas con tener mi primera moto, aunque a la edad de quince años qué adolescente no lo hacía.
Aquella mañana me sentí experto en seguida, recuerdo que a las seis o siete vueltas dirigido por mi padre escapé de allí para lucir mi nueva adquisición por todo el barrio. Al llegar a la altura de tu portal me paré al verte, no hizo falta más que un gesto para que aceptaras montarte en aquel reducido asiento a escondidas de tu madre. Lo que daría por pasar a buscarte ahora como aquella mañana de San Juan y notar de nuevo tus brazos apretando mi tórax y tus senos rozando mi espalda en cada aceleración, te aseguro que en esta moto no hay barras de portabultos que puedan hacerle daño a tu trasero, que fue de lo primero que te quejaste cuando montaste en ella. 
Si supieras que en cada moto que he adquirido a lo largo de mi vida siempre ha habido esa parte del asiento reservada para ti, que viajo con la idea de perseguir líneas discontinuas sintiéndote compañera de viaje y algo más.
Hoy, poniendo a prueba la gran cilindrada de esta nueva moto he sentido que mi pasión por las dos ruedas sigue bombeando mi corazón como en aquella mañana de San Juan, hoy, siendo un miércoles tan especial y extraño a la vez sé que he cumplido un sueño, aunque es evidente que sigue estando a medias si no lo comparto contigo.

sábado, 22 de junio de 2013

Diez deseos

Andrea fue la primera después de dos abortos naturales, le costó nacer y ahora, hasta va sobreviviendo. Empezó a caminar más tarde de lo habitual, sus padres detectaron algo anormal por sus continuas caídas, una distrofia muscular que se adelantó al diagnóstico médico y la dejaba definitivamente sentada en una silla de ruedas unas semanas antes de su décimo cumpleaños.
Sus padres quisieron que fuese un cumpleaños especial, le prepararon una gran fiesta, invitando a gente que ni ella misma conocía, contratando animadores que aportaban juegos de magia, monólogos para todos los públicos, baile y un sin fin de actividades para distraer y aportar algo de felicidad a su pequeña.
Amigos y familiares se le acercaban con regalos mientras ella se veía como en medio de una tela de araña, atrapada en aquella silla preguntándose si sus padres se habrían sometido a ese gasto si su enfermedad no la hubiese dejado inmóvil, sabía que lo hacían para motivarla pero ella odiaba someterse a semejante espectáculo emocional. Quería huir de aquel tumulto de gente, pero hasta para huir necesitaba ayuda, sus brazos ya habían empezado a perder fuerza y aquella silla, sin alguien que la empujase no la llevaría muy lejos. 
De repente se hizo el silencio quedándose todo a oscuras, a lo lejos un par de empleados del catering acercaban a Andrea un pastel enorme con varias bengalas y 10 velas encendidas, en una pared podía verse proyectada una frase: “Todo lo que quieras con tal de verte feliz”.
Las velas de aquel pastel iluminaban su cara que reflejaba una niñez estancada y hastía, Andrea rompió aquel silencio pidiendo en voz alta un deseo por cada una de las velas:
Quiero poder caminar sin esta silla.
Quiero fuerzas en mis brazos para ayudar a mi madre en la compra, organizar la casa y ayudarla a tender la ropa para que ella descanse.
Quiero fuerzas en mis piernas para acompañar a mi padre a pasear el perro, a lavar el coche y a sus entrenamientos de baloncesto.
Quiero poder abrazar a mi hermano sin miedo a que se me caiga y prepararle las palomitas de los domingos.
Quiero pasear por el parque de la mano de mis abuelos.
Quiero poder hacer la clase de educación física como todos mis compañeros, cansarme de saltar y correr por las calles.
Quiero ser bailarina.
Quiero aprender a nadar y a montar en bicicleta.
Quiero no tener ganas de morirme cada vez que me veo atrapada en esta silla.
Y por último, quiero que se cumplan todos los deseos anteriores.

sábado, 8 de junio de 2013

Destino aparente

18 de mayo de 1999

Un día más dejando constancia del paso de mis días en otro nuevo cuaderno, quién me iba a decir que gracias a mis clases de inglés, o mejor dicho, al abandono de las mismas, iba a empezar a aprovechar aquel cuaderno de apuntes a modo de diario, ya he perdido la cuenta de los que he venido estrenando todos estos años. 
Hubo un tiempo que le dedicaba horas a la compra de cada uno, la portada no me importaba, sólo necesitaba que fuese rígida, lo más importante era el tacto del papel, si al abrirlo no me resulta agradable buscaba otro, luego elegir una buena estilográfica, y digo buena porque cuando me da por escribir no quiero que me falle. 
Un día dando un paseo por esta ciudad tan vacía de ti y tan llena de turistas vi un grupo de chicos sentados en la terraza del Café La Plaçeta dibujando como si estuviesen sometidos a un duelo, me acerqué a ellos, ilustraban con pluma y restos de café a transeúntes de la zona con una destreza envidiable, me quedé un buen rato observando su trabajo y el material con el que creaban tanta belleza. Me acerqué a ellos para saber qué clase de cuaderno aguantaba la humedad de sus pinceladas, acto seguido me fui a una librería para adquirir un Moleskine, ya iba siendo hora de mimar un poco mis escritos, cederles un aposento a mis verbos entintados de angustia, resguardar mis contadas alegrías y mis innumerables penas en cuadernos más dignos.
No sé porque me ha venido a la mente "para cuando lo lean mis hijos". ¡Qué ingenuidad la mía! Creo que a estas alturas de mi vida ya no va a suceder, a no ser que ponga un anuncio en el periódico diciendo "hombre separado con destino aparente pretende tener hijos para dejarles una herencia de cuadernos encharcados de desamor".
Quiero que sepas que tener hijos no es algo que me haya quitado el sueño porque de eso ya te encargaste tú, prueba de ello está en este cuaderno y los que le preceden, todos están dedicados a ti, hablan contigo como si estuviese mirándote a los ojos, observando el carmín de tus labios, los gestos de tus manos.
Cada día me pregunto qué será de tu vida, que será de la mía si me sigo refugiando en esta rutina, cada día te escribo una carta que no te llegará porque está cosida a unos cuadernos que guardo como tesoro, cada día al escribirte me imagino tu cara de sorpresa al saberte protagonista de todas estas hojas, tantas como días que llevo siéndole fiel a este amor que se hizo dueño de mi tiempo, de numerosas estilográficas e incontables cuadernos. 
Mañana será otro día, con su amanecer distinto, con el sol brillando sin vergüenza o escondido tras las nubes, mañana será otro día con noticias distintas, me cruzaré con personas distintas, pero yo seguiré con mi destino aparente.

domingo, 26 de mayo de 2013

A las cinco de la tarde


Era extraño estar ante aquel portón de la iglesia viendo salir a hombros el ataúd con el patriarca de Los Molleteros cuando aún quedaban restos de arroz del último acontecimiento al que asistió. La muerte le pilló por sorpresa mientras se celebraba la boda de su hija Angelita y su marido Rafael en La Venta Mayo, su hijo Antonio lo encontró sentado bajo el limonero que hay en el patio con una sonrisa en la boca, un sombrero en una mano y en la otra aquel bastón con empuñadura de marfil que le trajo un fiel amigo de Nueva Guinea.
El tronco de aquel limonero aguantó aquel cuerpo aún templado con la misma pose que solía tener Julián cuando se sentaba en el umbral de su casa rodeado de jaulas con canarios y aquel viejo transistor emitiendo flamenco, toros y partidos de fútbol.
Su afición por los toros la dejó descrita en contadas ocasiones a todo el que le diera un poco de conversación, todos recordaremos cuando narraba sus escapadas nocturnas con otros valientes a la finca de El Chaparro para torear desnudos algunos astados bajo la luz de la luna. Creció y vivió entre panes y pasteles mientras soñaba con cambiar la harina por el traje de luces, banderillas, capote y salir a hombros de La Maestranza, Las Ventas o La Monumental escuchando entre la multitud el apodo familiar con algún triunfo en la mano.
Pero El Molletero tuvo que conformarse con la salida a hombros de la iglesia y el vitoreo entre sollozos en el momento de su entierro, mientras el campanario anunciaba las cinco de la tarde.

domingo, 5 de mayo de 2013

Con D.O. Estepa

Empecé a conocerla más en aquella feria, Regina, andaluza de unos cincuenta años, guapa y elegante, de semblante solemne y sonrisa afable, no dejaba de dar paseos para ver qué hacía la competencia o traernos café y tentempiés para todos; cuando se quedaba en el stand reunía a las azafatas para proponerles cambios o se quedaba cerca del resto escuchando cómo vendíamos su marca. Protegía el aceite de sus descendientes y tierras con orgullo, un aceite con denominación de origen en pleno balcón de Andalucía, un aceite de su Estepa natal.
A mí me asignaron la nueva campaña de publicidad, el aceite había conseguido un premio y había que mover la noticia por todos los medios, así que durante el último mes la acompañé a varios certámenes, locuciones de radio y televisión de ámbito local y nacional. Un mes de peregrinaje entre una ciudad y otra, de un avión a un taxi, de hoteles y de un no aparecer por casa.
El último día de feria estuve al menos veinte minutos metida en el baño tras recibir el mensaje de Fermando, no me sorprendió en sí la noticia, sino el cómo, había decidido romper nuestra relación y comunicármelo vía whatsapp: "Advertirte que cuando regreses a casa ya no encontrarás mi ropa, ni mis libros, ni mis discos, ni el resto de mis cosas... ni a mí. Nuestra relación se ha enfriado Cati, tanto tú como yo sabemos que esto no funcionaría por mucho más tiempo, cuando regreses hablaremos de lo demás". Fue un triste mensaje sin un triste hola, ni un triste beso, ni un triste adiós; sólo quedaba hablar de lo demás.
Regina se percató de mi ausencia, entró en el baño y me encontró gimoteando con un rollo de papel higiénico en la mano, al verla pensé en un despido o en una bronca, todo lo contrario, se acercó con calma y me invitó a almorzar con ella.
A modo de justificante me sentí en la necesidad de hablarle de lo ocurrido, hasta de enseñarle el mensaje de Fernando. En al menos dos horas de almuerzo empezamos y concluimos hablando del amor y su enemigo, según mi estado, el tiempo o la falta del mismo.
Con toda tranquilidad y como si tuviésemos todo el día por delante alzó la mano, en seguida un camarero se acercó para tomar nota de dos cafés y un par de chupitos.
—Bobadas Cati, a mis cincuenta y seis años tengo la certeza que el tiempo no destruye el verdadero amor, que la verdadera chispa no se apaga y para ponerte un ejemplo te contaré algo muy personal. Ahora te reirás pero te diré que desde el primer día que llegué a este recinto percibí un aroma especial que sólo he sentido una vez, el aroma del amor—. Menos mal que me advirtió de la risa porque quedé sorprendida ante tanta tontería, sobretodo porque después del mensaje de Fernando en lo que menos creía era en el amor y mucho menos en su aroma, pero seguí escuchándola. —Et voilà! ante un stand de la competencia he encontrado al que fue mi primer amor, por eso mis constantes paseos. Te aseguro que encontrármelo de nuevo ha hecho que vuelva a sentirme joven, llevo días paseando por el pasado, que a mi edad es un ejercicio vital, recordando cuando empezó todo, tardes en la hacienda, donde nuestros padres trabajaban la tierra mientras nosotros inventábamos nuevos juegos entre olivos y tierra polvorienta, crecí y maduré con aquel niño flacucho medio rubio y pelirojo al mismo tiempo que crecían aquellos olivos.
Y esta semana he sentido de nuevo ese aroma inconfundible, ese cosquilleo que siempre estuvo, el que nunca murió, el mismo que me detuvo en el pasado para acercarme a él. El tiempo nos separó por causas que sólo el destino y la vida saben, pero en ese tiempo no ha habido un sólo día que no lo haya tenido en mi mente—. Regina miró el reloj, se levantó y observó que en la mesa aún permanecían dos chupitos esperando un brindis, alzó la mano diciendo: ¡por ese aroma inconfundible!
Me otorgó tanta franqueza que le lancé una pregunta indiscreta: ¿y ese primer amor fue recíproco?
Exhaló la pregunta y espiró un nunca lo supe tan sincero que me entristeció, luego cogió su bolso y nos propusimos seguir con el último día ferial haciendo un extenso recorrido, quizás en busca de una última señal, la noté inquieta al pasar por un stand cercano al nuestro y prosiguió diciendo: ahora sólo sé que si hubiese sido recíproco ese amor, estos días, en este gran recinto se habría percatado de mi presencia.
Al incorporarnos al stand le di las gracias y le dije que su historia olía a amor con Denominación de Origen, ella me respondió con una sonrisa.
Gran parte de la tarde la pasé pensando en la nueva campaña, garabateando en mi iPad algunos dibujos; a ratos pensando en Regina, en su aroma del amor y en menor cantidad en Fernando con su mensaje sin un triste hola, ni un triste beso, ni un triste adiós.

sábado, 27 de abril de 2013

La culpa la tiene el cielo

Bilbao, 18 de Marzo de 1977


Querida Julia, ¡qué sorpresa verdad! 
Ni yo misma me creo estar robándole unas horas a esta tarde de sábado para coger papel y tinta, aunque a punto he estado de hacerlo con la vieja Olivetti de Guillermo pero es que si lo hago, parece que no desconecte de la oficina. 
Me pregunto si cuando leas estas líneas tendrás ya el título de modista colgado y enmarcado en la pared, ya sabes que puedes estrenarte haciéndome el vestido de madrina para la fiesta de agosto, que aunque queden algunos meses el tiempo pasa volando. Sé por mis primas que te va muy bien con Teo, a ver para cuándo el enlace, que de nuestra quinta eres la única que queda por vestirse de largo, aunque si te digo la verdad, deberías hacer como aquí en la capital, algunas parejas conviven juntas y no les une ningún papel, pero claro, eso a tus padres no les iba a hacer mucha gracia.
Yo cada día con menos tiempo para mí, el niño, el colegio, el trabajo, la casa... Los fines de semana si a Guillermo no le hacen trabajar el sábado solemos ir a la montaña a hacer un picnic con unos vecinos, así los niños y adultos desconectamos unas horas de la ciudad; los domingos un paseo por el centro camino del aperitivo en el bar de tío Candelario y luego para casa a comer y descansar, la única novedad para contarte es que ya tenemos reproductor de video, con lo que las tardes que nos quedamos en casa siempre tenemos una película de alquiler para ver, por lo demás, igual que siempre.
Ya está aquí la primavera y con ella el cambio de ropa, parece mentira lo que hace tener más luz por las tardes, al menos el día parece que cunde más; precisamente ayer tarde cuando volví del trabajo me enredé a organizar los armarios, he separado un par de bolsas con ropa de Julián que se le quedó pequeña antes de lo esperado, estos niños crecen por momentos, creo que su ropa le vendrá bien a Pedrito, y a tu hermana ni te cuento.
¡Ay Julia, os echo tanto de menos! no hay día que no recuerde aquel andén, aún sueño con aquella autopista férrea que iba alejándome de todo lo que me importaba para dirigirme a un lugar desconocido con más futuro, y sí, trabajando estoy desde que llegué, pero a veces siento que esa balanza de prosperidad no me recompensa. 
¡Se nota que hoy me he levantado melancólica eh! La culpa la ha tenido el cielo, sí, nada más levantarme me he asomado al balcón y me ha sorprendido verlo sin nubes y completamente azul, de ese azul que tan acostumbrados estáis por ahí; aquí lo habitual es verlo pálido y plomizo, bueno, como en la mayoría de ciudades industrializadas donde los muros de hormigón, pisos, calles y coches lo van coloreando todo de gris. Qué vida de contrastes, los pueblos andan faltos de servicios y comodidades y las ciudades sobradas de ruidos y olores pestilentes, demasiada sociedad haciendo y deshaciendo lo mismo un día tras otro.
Ojalá pueda escaparme unos días para el próximo puente de mayo, nos entregaron el coche hace un mes y Guillermo quiere hacerle un primer rodaje, espero que esta inversión con ruedas nos de más oportunidades de ir más a menudo a veros. 
Ahora me gustaría trasladarme en el tiempo, concretamente a aquellos sábados cuando queríamos bajar a la plaza para reunirnos con la pandilla y yo te ayudaba a tender las sábanas al aire libre en el antiguo corral de tu casa, espero poder hacerlo dentro de poco y no tener que acudir a los sueños. Necesito disfrutar unos días de alguna caminata recordando nuestros juegos de niñez, ir a beber agua a la fuente de La Secana, meternos en la fresca Ermita de San Nicolás a ponerle alguna vela al santo, asomarme a la loma de Punta Cabras a gritar nuestro nombre retando a nuestro eco, saturarme de aroma de romero, tomillo, estirarme en la hierba y dejarme acariciar por el viento mientras esperamos algún guiño de las nubes sacudiendo alguna que otra tormenta primaveral. ¡Sí Julia, necesito una dosis de algo sencillo, que huela a mis recuerdos! 
Tengo muchas cosas que contarte pero más ganas tengo de verte, bueno, a ti y a todos, te aseguro que voy a ser pesada con mi dosis de cariño, amenazo con pedir abrazos para dosificarlos en esta gris ciudad hasta los siguientes, así que ves avisando al pueblo entero, no es una amenaza, es que mi corazón con la edad y la distancia se ha vuelto exigente. Si no llegamos a colarnos en carretera para este puente hazme el favor de responder esta carta y ponerme al día de todo, sobretodo de ti. 
Es la hora de la despedida, esta es la parte que peor llevo y llevaré mientras haya tantos kilómetros entre la línea de mi ayer y el horizonte de mi futuro.
Me paro en este último párrafo para que fluya un suspiro y regalarte la primera dosis de abrazos que luego me cobraré en persona.

domingo, 31 de marzo de 2013

Rendición

Fueron escasos segundos los que me mantuve poseído ante aquellos ojos verdes.
—¡Qué sorpresa Elena! Adelante, pasa, me cambio de zapatos y luego  si te parece bien podemos ir a tomar algo—, avancé por el pasillo que llevaba al salón, Elena se encargó de cerrar la puerta mientras se quejaba:
—Pero bueno, ¡qué bienvenida es esta! llevamos meses sin vernos y...
Tenía razón, me había pillado tan de sorpresa su llegada que se me había olvidado saludarla como de costumbre, me giré, puse un par de dedos en sus labios a modo de silencio y luego impulsivamente la abracé, fue un momento sumamente especial, momento en el que tuve claro que si me ofrecían un último deseo antes de morir querría que fuese estar entre sus brazos. Elena interrumpió aquel trance poniendo sus manos a ambos lados de mi cara y mirándome a los ojos me dijo:
—No pensarías que me iba a quedar sin ver tus ojos mientras me vuelves a contar lo de tu viaje a Pekín para ver a... ¿cómo se llama?
Elena tenía la peculiaridad de advertir si mentía con sólo mirarme a los ojos, aquel abrazo hizo que ni me acordase de lo que me había inventado hacía unos minutos para no acudir a su boda, pero si Elena seguía mirándome así conseguiría descubrirme; de momento tenía que solventar que a mi mentira le faltaba el nombre de una mujer, escuché a la vecina de arriba moviendo muebles y elegí si pensarlo su nombre.
—¿Te refieres a Olga? —Disimulé entrando en mi habitación en busca de mis All Star, cuando alcé la vista encontré a Elena chafardeando en mi cuarto mientras me regalaba el aroma fresco y peculiar de su piel.
—Bien, primera pista, me temo que tendré que hacer de policía para poder sacarte algo más que su nombre.
La astucia de Elena iba más deprisa de lo que presentía, tenía que darme prisa para salir de aquella habitación, cualquier despiste mío lo utilizaría para sonsacarme la verdad.
—Si hubiese sabido que venías habría ordenado un poco este cuarto. Bueno cuando quieras marchamos,  ¿no te apetece una cerveza bien fresca?—. Ella seguía inmersa con sus cinco sentidos moviendo cualquier objeto que pudiese darle pistas de algo nuevo en mi vida, se fijó en una foto enmarcada que había en una estantería, una foto que nos hizo mi padre en la playa cuando teníamos escasos siete u ocho años, en ella estábamos mi hermana Carlota, ella y yo.
—¡Uy, cuánto tiempo hace ya de esto! ¿Y cómo es que tienes esta foto aquí?
—Fue un regalo de Carlota en mi vigésimo cumpleaños, ¿recuerdas que ese día vinieron a rescatar un cachalote que quedó varado en la orilla? Carlota lo pasó muy mal ese día viendo que no podían hacer nada por aquel cetáceo, creo que aquel trauma hizo que se apasionase por la biología marina, siempre dice que esa foto significó un comienzo para ella.
—No me extraña, está preciosa en esta foto, siempre tan morenita.
—Tú también estás guapísima aunque un tanto triste.
—Bueno, triste estamos los tres, lo que llegamos a llorar al ver la agonía de aquel animal. Y lo bien que captó tu padre ese momento de angustia e incertidumbre. ¿Habría posibilidad de tener una copia?
—Supongo que sí, moveré cielo y tierra pero ahora ¿qué tal si nos marchamos? dice una leyenda urbana que a partir de las ocho de la tarde ya no queda cerveza en El Xiringuetti.
—¿No tienes cervezas en casa? Es que no me apetece mucho salir.
—Venga mujer, ¿cuánto hace que no compartimos una birra juntos? además, es viernes—, impulsivamente la cogí de la mano dirigiéndome hacía la salida mientras ella seguía haciéndome preguntas:
—¿Por qué no tienes alguna foto de Olga en tu habitación?
—Sencillamente porque no necesito tener a mi familia haciéndome preguntas sobre ella, ya tengo bastante contigo, además, llevamos poco tiempo y...

lunes, 11 de marzo de 2013

Con el verbo estar en...

Buenos Aires
16 de junio de 1965

Hoy iba a ser un día normal si no llega a ser porque al salir de casa he visto correspondencia en el buzón, mis manos torpes por el frío no atinaban a coger el sobre, quizá porque en seguida he reconocido tu letra, ha sido tanta mi alegría que la he leído tres veces, una de ellas en el mismo portal. La he llevado conmigo todo el día ubicada en un bolsillo de mi chaqueta pegada a mi pecho y he tenido la sensación de llevar un imán que hacía bailar mis latidos a un ritmo desconocido; he de reconocer que no estoy acostumbrado a recibir correspondencia y la emoción me ha dejado un tanto desconcertado. Como iba sobrado de tiempo me he parado a tomar un café con la excusa del frío y así leerla por segunda vez ¡qué bien has camuflado tu perfume entre esos renglones!
Tus palabras reflejan añoranza de un amigo que acudía a escuchar tus problemas y centelleos de amores que no tenían mi nombre. Me he quedado ausente entre tu perfecta caligrafía y he notado el amor sentado al lado de mi soledad, esta soledad que conversa con mi ausencia de ti, que respira algún que otro no te olvido y se resguarda en besos que deseé sin tú saberlo. Por eso acepté este trabajo tan lejos de ti, de todo, lejos de un mundo que empezaba a notar sólo tuyo.
Dudo que las palabras que acabas de leer te sorprendan, sí, lo voy a hacer en esta primera carta, en respuesta a la tuya. Pon el verbo estar en todas sus conjugaciones antes de… enamorado de ti. No pienses que me anticipo, es que me gusta escribir cuando la emoción está reciente, sé que a estas alturas no vas a cruzar el charco y corresponderme con un abrazo y quedarte conmigo para siempre, pero era imprescindible que supieses lo que siento.
Muchas veces culpo esta nostalgia por no tener aquí más que a un tío abuelo casado con una mestiza argentina y dos primos que empiezo a conocerlos prácticamente desde ayer. Añoro a todos los que dejé atrás pero sobretodo le extraño a vos. ¡Ya se me empezó a pegar el acento de acá!
Pasearme por esta melancolía es lo único que hago cuando llego a casa, escribo y describo mi desconsuelo en borradores de papel que luego tiro, quemo o abandono entre libros.
Quererte me abre la mente y me cierra puertas de posibles conquistas, por qué negar que voy sorteando cada cebo que me impone la tentación, huyendo de mí mismo por no renunciar a ti. Y ya que empecé con la sinceridad te diré que apareces hasta en sueños donde planeo con mis manos sobre el atlas de tu cuerpo, donde mi deseo descansa en tu ombligo y concluye luego entre tus muslos para desafiar así la distancia que me separa del calor de tu piel… Como ves tu carta ha traído algo más que tinta y letras, más que aquella imagen de despedida en una estación.
Hoy caminando por las calles de este Buenos Aires, tan querido en las canciones de Gardel, iba observándome en algún que otro escaparate y he visto algo de felicidad en este rostro que estrenaba hoy un nuevo color en sus mejillas. Hasta cuando he llegado al trabajo mi compañero ha notado algo distinto en mí, como si me hubiese dejado por primera vez el mal humor de las mañanas encerrado en el piso, se ha puesto tan pesado que le he tenido que enseñar el motivo del peculiar cambio en mi carácter. Acto seguido ha empezado a bromear conmigo intentando tener alguna ocasión para robarme el único tesoro que tenía desde que llegué aquí, tu carta, esta que con su llegada me ha aferrado a una fe que no traía y ahora la escucho haciéndose amiga de un anhelo y un volver a verte.
Después de esto no sé si habrá una segunda correspondencia con tus puntos y comas, con tus elegantes haches y entrometidas emes, con tus risas mojadas en tinta y tus cotilleos en voz baja, con ese perfume a mi niña querida y amada. La ausencia será para mí una señal de que debo empezar a digerir una vida nueva sin ti, aunque tenga que enfrentarme a tu recuerdo con espada y lanza.
Cuando llegué a Rosario, un compañero de tren me regaló como obsequio de bienvenida, una pequeña publicación con pequeños relatos de autores noveles y alguna poesía de los grandes, este fragmento de Benedetti me ha parecido perfecto para dar por concluida la respuesta a tu carta: "Estaré en un lejano horizonte sin horas, en la huella del tacto, en tu sombra y mi sombra".
PD: No olvides conjugar el verbo estar en...

domingo, 3 de marzo de 2013

Dulce atasco

Estuve rodeando calles sin sentido, una me llevaba a otra que me dejaba en sentido contrario a donde yo quería dirigirme, aunque me confortaba ver que no era la única que se había metido en un atasco con salida al mismo socavón. 
¡Pero a quién se le habrá ocurrido la idea de hacer coincidir una obra de esta envergadura delante de un colegio y en plena temporada escolar! Hoy habría resultado más rentable haber salido de casa a pie. 



—¡Se puede saber qué se te ha perdido a ti por este barrio!
No me lo podía creer, era la voz de Berta, habría reconocido esa voz tan grabe en cualquier parte del planeta; hacía al menos un año que dejamos de trabajar juntas en aquel restaurante y desde entonces nos habíamos perdido la pista.
—¡Yo también me alegro de verte!
—Perdona Carla, es que si hay alguien que no esperaría encontrarme por estas calles es a ti, te hacía viviendo en otra ciudad.
—Al final el traslado de Salva no se llevó a cabo, cosas de funcionarios. Y el que me encuentres por aquí es pura casualidad, en realidad vamos a tener que darle las gracias al socavón que hay en la calle paralela al colegio del Sagrado corazón.
—¿Un socavón? No estaba enterada.
—Ni tú ni muchos de los que solemos acudir cada día a llevar a los niños al colegio. Digo yo que podrían haber puesto una señal de aviso unas semanas antes, que hacer semejante agujero no se planea de la noche a la mañana.
Tuve que dejar paso a un coche que tenía detrás y Berta aprovechó para otorgarme un espacio y poder estacionar mi coche en él. Salí para hablar más cómodamente y quitarme de encima la tensión que llevaba acumulada. 
—Si llego a imaginarme que llevar a los niños al colegio me iba a suponer este transbordo con el coche les hago ir andando, es más, hoy mismo les compro un bono bus para que bajen a la escuela solos. 
—No es por echarle un cable a tu enojo, pero si es una obra municipal no vas a tener suficiente con comprar un bono bus. 
—Sí claro, tú arréglalo.
—No te lo tomes a mal mujer, al menos nos ha dado la oportunidad de vernos después de tanto tiempo.
—Ya Berta, lo que ocurre es que hoy un atasco era lo que menos necesitaba.

sábado, 2 de marzo de 2013

Viceversa

Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

Tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte

Tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte

O sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

M. Benedetti

sábado, 23 de febrero de 2013

Érase una vez...

El enlace de esta historia comenzó aquí

No es bueno estar dándole vueltas a algo y quedarse inmóvil sin indagar los motivos que causan ese bloqueo, aquella foto podía más que mis miedos, así que esa misma semana me presenté en casa de mi tía; yo le debía una historia y ella a mí un par de tés.
Me senté a su lado, extraje la foto del bolsillo de mi chaqueta a modo de insinuación.
—Veo que te has propuesto proteger esa foto.
—Sí, el mismo día que me la diste reciclé un pase de feria que tenía en un cajón, así evitaré que se estropee.
—Bien hecho, todas las fotos tienen algo especial pero algunas hay que atesorarlas más que otras. Yo de tanto observar la vida detrás de un objetivo me he acostumbrado a imaginarme historias y creo que en la tuya voy a estar poco equivocada. Anda, háblame de ese instante, de esa sonrisa de...
—Maica.
Agradecí su confianza y franqueza, así que empecé a describirle a mi manera y casi como un cuento lo que provocaba aquella foto en mí.
—Érase una vez… —empezamos a reinos mientras saboreábamos la primera taza de té y antes de echarme atrás y como si no tuviese otra oportunidad seguí con la historia—, ya sabrás que en el barrio existían dos pandillas, ambas identificadas con insignia, nombre y como no, con un líder.
Éramos críos pero nuestras leyes territoriales las defendíamos a sangre, bueno más bien a base de patadas y piedras. ¡Qué habría sido de nuestra infancia si no hubiesen existido las pandillas! Jugar a fútbol o baloncesto era lo habitual, pero las tardes más importantes eran las que surgía una travesura tras otra; recorríamos el barrio en bicicleta o patines, que de ese modo si nos metíamos en líos con el bando opuesto podíamos escapar rápidamente del territorio ajeno.
En nuestro grupo éramos seis chicos y cinco chicas, Maica siempre decía que hacíamos el número perfecto para formar un equipo de fútbol pero el resto de chicas se oponían a la idea de andar detrás de un balón, les resultaba poco femenino.
Sabíamos cuando Maica se enfadaba con alguna de ellas porque se acercaba a nosotros para improvisar un partido, a pesar de saber que acabaría con moratones en las piernas y embarrada hasta las rodillas se entregaba como el que más intentando llevar el balón a una portería improvisada con dos piedras a modo de poste; no necesitábamos árbitros, ni áreas, ni líneas laterales, sólo defender un balón y sumar goles. 
Maica se hacía respetar, sobretodo por su carácter que cambiaba como el tiempo, cuando la veías contenta y risueña nos contagiaba a todos pero cuando se enfadada lo mejor que podías hacer era desaparecer y no contradecirla, de lo contrario podías recibir alguna palabra que dolía más que un guantazo, quizá por eso se ganó el puesto de líder. 
De todas las chicas Maica era la mayor en meses pero la menos desarrollada físicamente, a esa edad  y entre nosotros ya nos fijábamos y comentábamos cual de ellas utilizaba sujetador y Maica no estaba en esa lista, ni si quiera se la veía presumir o flirtear con chicos. 
Pero llegó ese día en el que ella y su cuerpo se pusieron de acuerdo con el universo para sorprenderme.

lunes, 18 de febrero de 2013

Al menos inténtalo

El enlace de esta historia puedes leerlo aquí

Llamé a Fernando para saber la evolución y recuperación de Ana, me salió el contestador. Nunca estoy preparada para responderle a una máquina que te pone una señal con cuenta atrás y a la que tienes que dejarle muy resumidamente lo mucho que querías decir en pocos segundos; segundos en los que tienes todas las papeletas de quedarte en blanco o colgar, pero esta vez ninguna de esas me tocó —hola Fernando, soy Lucía, quería saber cómo está Ana, volveré a llamarte, un beso—. 
Corrí las cortinas y dejé entrar al sol y acompañada de su calor me senté en el suelo entre cojines, desde que volví de México disfruto de pequeños momentos como estos, abrir las ventanas y observar las nubes o el simple cielo es todo un lujo para mi imaginación, pero estaba un poco tensa para andar llamando a las musas. Seguía con el móvil en la mano y busqué en mi lista de mp3 la canción de Cadillac Solitario para añadirla como tono de llamada, la asocié al número de Ricardo para diferenciar una posible llamada suya a la del resto de contactos. Al ver la hora de la llamada del día anterior recordé el momento en el que Ricardo llevaba aquella bolsa de pan en la mano y un abrazo en la otra.
En mitad de mi emotivo trance sonó el teléfono, era el número de Fernando, —hola Lucía soy Ricardo—, no me lo podía creer, yo que me había preparado un tono de llamada personalizado para preparar mi corazón a la voz de Ricardo y va el destino y me torea de esta manera.  
—Hola Ricardo, me he sorprendido al escucharte, esperaba... 
—Sí, esperabas escuchar a mi padre claro, lo entiendo. Cuando has llamado estaba hablando con Elvira y como mi padre no tiene muy de la mano el tema de mensajería de voz he sido yo quien ha escuchado tu mensaje, así que he decidido responderte yo personalmente.
—Gracias, bueno y la paciente, ¿qué tal está?
—Pues muy bien, me he quedado esta noche con ella aquí en el hospital y la verdad es que ha dormido como una marmota, ahora le están haciendo un último reconocimiento, la enfermera nos ha dicho que seguramente nos podremos ir a casa antes del mediodía.
—¡Qué buena noticia! Me alegro muchísimo Ricardo. 
—Lo sé, lo sé. Bueno, ayer no te di las gracias por haber estado en el hospital dando la cara como acompañante, si no llegas a estar aquí...
—Pues no habría pasado nada, en el hospital se habrían puesto en contacto con alguna persona cercana preguntando a tu madre, la coincidencia que estuviese yo por allí resultó ser la solución.
—Ya, ya, si con los móviles y resto de tecnología nos tienen fichados a todos, igualmente no es razón para excusarse, ¡te debo una!
—¿Sólo una? ¿Acaso has olvidado las que me debes tú de cuando éramos críos?— Empezamos a reír y entre mi tontería y su risa noté que alguien le reclamaba, de nuevo intervino la interrupción.
—Lucía, lo siento, te llamo en unos minutos. ¡Hasta ahora!
Creo que cortó la llamada antes de mi despedida, que de cinco palabras la última era un beso.



Mientras esperaba pensé que podría ser el momento de hacer una limpieza de llamadas perdidas, fotografías absurdas, incluso direcciones de correo electrónico de clientes de la empresa en la que trabajé el año pasado. ¡Cómo podemos tener tanta información en estos teléfonos, tenemos en sus entrañas parte de nuestro adn!
Estaba tan ansiosa que corroboré tres veces el volumen del teléfono, tengo costumbre de ponerlo en silencio cuando trabajo y luego olvidarme de desactivar la función. 
Tuvieron que pasar dieciocho minutos para escuchar por fin el tono del Cadillac Solitario.

lunes, 11 de febrero de 2013

¡O mía o de nadie!

El hilo de esta historia puedes leerlo aquí
Otra virtud de María es la puntualidad, es por eso que me extrañé cuando no apareció abriendo la puerta a eso de las ocho de la mañana, imaginé varias teorías que podían ocasionar ese retraso, una caída, una llamada de algún familiar enfermo, un posible retraso del transporte público... 
Sentía llover, hoy algún taxista o conductor de autobús estará más irritado de lo habitual, en días así se suman los coches y la ciudad queda intransitable y algo desordenada, eso sí, aumentan los colores gracias a los paraguas e impermeables que contrastan con el plomizo color del cielo, así que no tardé en levantarme y disfrutar de las luces de los coches y los semáforos reflejados en el asfalto mientras desayunaba, algo que María aún no entiende, de hecho deberá estar maldiciendo la lluvia por como se deben estar quedando los cristales, esos por los que observamos cada día la vida de los demás pasar, algunas de apariencia lujosa y otras con aspecto de ocasión. 
Me levanté para ir aseándome; el baño y una habitación que hacía servir Andrés como taller son las únicas estancias de mi casa que dan a la parte de atrás con vistas a un patio de uno de los colegios del barrio y por el que ya se empezaban a oír algunos niños que estarían estrenando sus botas de agua entre charcos.
Después, por si María había empezado el día con mal pie decidí acercarme a la cocina con muletas a preparar el desayuno para ambas, la verdad es que me encuentro cada día más ágil, pero sin  compañía no me atrevía a pasearme sin apoyo.
Moverme por la cocina con muletas me resultó un tanto embarazoso y hasta cómico, me sentía casi como un marine en una pista americana intentando esquivar el verdulero y un par de taburetes, me inquieté intentando localizar el pan, los cereales, el azúcar y el café; todo estaba cambiado de sitio a la comodidad y costumbres de María, de nuevo volvía a sentirme como una niña, pero esta vez jugando al escondite. Mi primer día a solas en la cocina después de la operación y mi empeño en querer ser auto suficiente me estaba resultando un tanto estresante.
Sentí la llave en la cerradura y un suspiro deslizarse por el pasillo al ritmo acelerado de unos pasos, en cuanto me vio en la cocina empezó a disculparse y al mismo tiempo a echarme la bronca por estar enredando en la cocina con las muletas abandonadas al lado de un cubo de reciclaje. Se lavó las manos y como un autómata terminó de organizar lo que yo a penas había empezado. Me acompañó al comedor diciéndome que tenía que explicarme sentada y con una dosis de cafeína el motivo por el cual se había retrasado.

domingo, 27 de enero de 2013

Huida a Pekín

La conexión de esta historia empieza aquí

Dejó un mensaje en el contestador. ―Hola familia, soy Elena, ¿cómo estáis? Llamaba para que me confirmaseis cuántos vendréis a nuestra boda, el restaurante nos ha pedido con antelación la organización de las mesas y el número de invitados y andamos un poco estresados. Bueno, espero vuestra llamada, si no me encontráis a este número podéis dejarle el recado al de mis padres. Un abrazo―. 
Estaba en mi destino ver la luz intermitente en el contestador al llegar a casa y escuchar aquel mensaje. Habían pasado cuatro meses desde que pasó por casa para dejar la invitación de su boda, hasta hoy su nombre había aparecido en alguna conversación entre mi amigo Arturo y yo o entre mi madre y mi hermana, pero su voz hacía mucho tiempo que no la escuchaba, había olvidado que seguía atravesándome los sentidos como siempre. Su mensaje me recordaba que el día del evento estaba más cerca y el plan para no asistir tenía que ejecutarlo ya.
Me dirigí a la cocina en busca de una cerveza que refrescase mis neuronas y tomarme de un sorbo aquella incertidumbre que me había asaltado en plena tarde de junio, encendí el equipo hi-fi, cuando estoy solo pongo a prueba el Marantz que compró mi padre cuando yo a penas tenía catorce años, hay que decir que más adelante lo enriquecí incorporándole unos Infinity que en muchas revistas de la época venían recomendando, la verdad es que siguen sonando de maravilla a pesar de tener tantos años. Puse una emisora al azar y me dirigí a mi habitación tarareando un éxito absurdo y repetitivo, canciones que odias pero se pegan a tu mente durante meses; según el locutor era el número uno, por supuesto que si esa canción era la primera de la lista no quería saber cuál era la última. Me senté perezoso en mi cama esperando que las próximas notas fueran algo más normales y  normal en mi estado quería decir que iba a ser muy exigente, no tenía el cuerpo para otro tecno reggaeton dramático, por mucho que fuese lo más pinchado.


Me propuse jugar un poco con la música, controlar con el pensamiento qué canción iba a salir una vez acabada la dichosa publicidad, no era cuestión de perder el tiempo sino de perderme en el tiempo para quitarme de la cabeza la voz de aquella llamada y dejar hueco para el plan.

jueves, 24 de enero de 2013

La distancia

Llevaba días queriendo pasar por la ferretería y hacer esas pequeñas compras que se aplazan por falta de tiempo o aparcamiento, pero teniendo la tarde libre no puse excusas. Necesitaba una goma nueva para la cafetera, unas arandelas para unos tubos del lavadero y hacer la copia de una llave para el cuarto trastero y para rematar la tarde, me pasaría a recoger unos papeles por la gestoría.
La casa de mi tía Cándida quedaba cerca de mi trayecto así que decidí hacerle una visita. La encontré sola, rodeada de unas cajas de lata donde antes de tener fotos antiguas estuvieron llenas de infusiones o galletas. Al ver que tenía una tetera hirviendo en la cocina le propuse compartir con ella un té acompañado de algunas vivencias en imágenes, se levantó contenta y con agilidad dejando unas pilas de fotos encima de la mesa, la de veces que repasará esas fotos.
Siempre ha sido muy aficionada a la fotografía, no recuerdo haberla visto muchas veces sin una cámara en la mano, decía que el fotógrafo aficionado siempre debe estar preparado porque nunca sabe cuando le otorgará el momento una buena instantánea, lo mismo le hacía fotos a un paraje que a personas, a un gato que a una nube, para ella todo está en un punto de mira idóneo para ser plasmado. Aunque con los móviles actuales no creo que hubiese disfrutado, ella prefiere la robustez de una cámara y a ser posible réflex.
Se sentó a mi lado haciéndole hueco entre tanta fotografía a una bandeja que portaba dos tazas de té y un platito con galletas de canela hechas por ella, la repostería es otro de sus hobbys. La sala se ambientaba con música de Roberto Carlos, creo que de pequeño me aprendí algunas de sus canciones de tanto como se escuchaban en casa de mis abuelos.

miércoles, 16 de enero de 2013

Mejor vuelve

25-01-1965
Querido Pablo
Aún no ha llegado febrero y ya empiezan a pintar los almendros el paisaje de las lomas y con ellos las ganas de saber de ti, todos los días espero al cartero con la ilusión que lleguen noticias tuyas y sin ellas voy dándole más motivo a la preocupación, me pregunto si te habrán cambiado el turno y es por eso que no tienes tiempo de escribirme. Asomada a la ventana he pensado en describirte en unas líneas lo que ahora mismo observo y pienso, por aquí no hay muchas novedades, el pueblo no ha cambiado nada, todo lo más sus gentes, los jóvenes más viejos y los viejos más añejos. Si vieras cómo está el valle de almendros florecidos, este año se han adelantado unas semanas. 
Mi madre sigue empeñada en que sea modista, me obliga a diario a coser prendas del ajuar y sólo pensando en compartir esas prendas contigo es como puedo pasar la aguja por tanta tela, ya sabes que lo mío es cantar. Mira por donde el sábado estuvimos merendando todas las chicas en casa de Encarna para celebrar su cumpleaños y cual fue mi sorpresa que se acercó Adela con su novio para proponerme cantar en "la cantina del chato" y que ahora regenta su hermano, para empezar sólo serían algunos sábados y domingos; no quiero hacerme demasiadas ilusiones, primero porque mi padre no quiere imaginarme entre sus tablas por tanta alma perdida en el alcohol y ojos perdidos en las enaguas y segundo por mi madre, que dice que teniendo el novio trabajando en Alemania no está bien visto, ya sabes que aquí vivimos y sobrevivimos del qué dirán ¿cuándo cambiará esto?
Menos mal que esta semana ya empezamos a ensayar con la comparsa de Santa Catalina, por aquí ya huele a carnavales y se empiezan a escuchar algunas chirigotas en las casas y tabernas, estoy segura que te gustaría estar aquí tanto como a mí verte disfrutándolas.
Tus padres están bastante bien, más tranquilos que la última vez que te escribí y es que tu hermana Isabel empieza a mejorar de salud, por fin dejaron de ir a aquel curandero que lo único que hacía era sacarle el dinero. Los convenció la mujer del practicante que le sugirió un médico de la capital; y debe ser bueno porque ya ha empezado a caminar sin ayuda de muletas, hasta se la puede ver por la calle intentando caminar cada día unos metros más, dice que en menos de un mes quiere llegar hasta la finca de Aurelio, con este empeño se ve más claro que entre estos dos hay un romance.
Y tu tío Agustín ahora quiere proponerle a Aurelio ser socio de un nuevo negocio, al parecer quiere empezar a elaborar quesos, ya ves, después de tantos años siendo escribiente del alcalde ahora le ha dado por dedicarse al campo, como siempre a tu tío no hay quien lo entienda; cuando le digo que lo que le hace falta es una mujer a su lado me cambia de tema diciéndome que en cuanto tenga por la mano el oficio de hacer quesos te enviará alguno para que sientas el pueblo bien cerca.
Tu prima Carmina ya ha dado a luz, dos niños preciosos que se parecen mucho a Kiko, si tuviese alguna foto de ellos te la enviaba, tu prima no hace más que pensar en el tiempo que pasará Kiko hasta venir a conocer a sus hijos, y yo pensando que si llega ese día vengas tú con él, para que puedas comprobar como yo que... a Sebastiana le sobran suspiros pensando en Josete que anda tirando los tejos a Juana, otra que va como loca buscando romper el compromiso de Matías y Candela, que por si no lo sabes ya hay fecha de casamiento.
Ya está medio pueblo pensando en el día de la boda, que siendo hija única del alcalde se prevee una fiesta tan grande como la de agosto. Imagínate, el pueblo entero sacará de sus roperos los mejores trajes para lucirse a juego con sus calles que estrenarán farolillos, baile y orquesta. Las damas de honor quedarán a la espera de ver volar el ramo mientras las niñas con sus trenzas y vestidos rosas las imitarán creyéndose ser princesas, y los niños de corto lucirán golpes ensangrentados y churretes de caramelo en sus mejillas...
Ahora mismo he parado de escribir porque me he quedado pensando en el abrazo que te daría y no digamos los besos, ya va a hacer ocho meses que te fuiste y no quiero imaginarme otro verano sin tí. A ver si con todas estas líneas consigo tener respuesta tuya, aunque si puede ser, mejor vuelve. 

jueves, 3 de enero de 2013

Un mal día

Sólo recuerdo que no fue mi mejor día, sigo sin entender por qué aceleré ante aquel semáforo en ámbar. Llegaba a casa aturdido, más nervioso que de costumbre pensando en el fallo tan absurdo que había tenido y que me iba a hacer repetir el dichoso examen, la idea de tener carné de conducir nunca me había atraído, de hecho, de todos mis amigos he sido el último en decidirme y el primero en suspender.
Al entrar en casa sentí a mi madre remover cazuelas en la cocina, creo que no me escuchó entrar. Antes de despedirme esta mañana me advirtió que tanto si aprobaba o no haría una comida especial, incluyendo mi postre favorito, tarta de queso.
Me dirigía al comedor para dejar mi chaqueta sobre el sofá cuando me percaté de aquel sobre malva, al acercarme reconocí la letra en seguida, mi corazón empezó a latir a una velocidad incalculable, habría preferido someterme de nuevo al examen de conducir a averiguar por qué había un sobre con letra de Elena encima de la mesa, me di cuenta que ya estaba abierto, seguramente había sido mi madre; lo cogí y deduje por la rigidez y forma que en el interior había un cd. 
De la nada de esa cocina y sin enterarme apareció mi madre toda ilusionada preguntándome por mi examen, no tuve que decirle nada porque las madres tienen ese poder de adivinar ciertos gestos, quiso tranquilizarme con un comentario que no arregló para nada mi estado de ánimo, —es la invitación de boda de Elena y Toni, verás que bonita es, se ha presentado esta mañana para entregárnosla en persona, venía guapísima, me ha preguntado por ti. ¡Ah! junto a la invitación viene un cd, me ha dicho que es todo de música, pero he estado tan liada en la cocina que no me ha dado tiempo ni de escucharlo, ya te dije que haría tu postre favorito —. Intentando disimular mi angustia, mis ganas de romper aquel sobre con su noticia y aquellas ganas inmensas de llorar interrumpí a mi madre para que no me diese más detalles sobre el encuentro dándole un gran abrazo agradeciéndole ese gesto culinario.
Una parte de mí me decía que dejase aquel sobre donde lo había encontrado y otra muy fuerte saboteaba mi interior queriendo saber qué habría en él, esperé a que mi madre volviese a distraerse entre cazuelas para llevarme el sobre y su contenido a mi habitación, encendí mi ordenador y mientras  arrancaba saqué la invitación para leerla, no sentí más que rabia, dolor, o lo que diría mi amigo César si me hubiese visto en aquel momento, —celos, tú sientes celos chaval, celos de ver a Elena con otro, de no ser tú el afortunado—. Y una vez más mi interior le daría la razón aunque no lo acabase reconociendo ante él.
Esa invitación era lo último que esperaba de ella, Toni era su tercer novio formal, hasta llegué a pensar que sería otro de tantos y que nunca la oiría decir “me caso”.


La invitación reflejaba lo que todas las invitaciones, ilusión, amor y celebración para un día grande y especial, pero no era como otras que habían llegado a mis manos de amigos o primos, esta era distinta porque en ella venía escrito el nombre del afortunado novio, de la persona que si todo marchaba bien, iba a estar a su lado el resto de su vida, y ese afortunado no iba a ser yo.
Vi que el cd tenía una fotografía de ambos y un título: “Parte de nuestra BSO está entre tus manos” y mis manos me ardían observando su felicidad. Introduje el cd de música en mi ordenador, fui escuchando sólo los primeros 30 segundos de cada pista y no podía creer que a ambos les uniese toda esa selección musical, eran canciones de una época en la que seguro ni se conocían, una selección musical con el gusto inconfundible de Elena, canciones que cantábamos juntos, canciones que fueron nuestras, al menos es lo que yo creí.
Y en ese instante de desilusión me di cuenta que mi vida era una auténtica mierda, y que suspender el primer examen de conducir no era nada para el suspenso que me había otorgado la vida en esos momentos. 
Tenía en mis manos la peor noticia que podía recibir ese jueves, Elena, mi chica de ayer, iba a casarse con Toni, un tipo extraño del que no tenía más que un pequeño recuerdo de un encuentro en una feria medieval, un encuentro tan casual como frío, ella me presentó a su chico disfrazado de caballero templario, él se mostró amable en la justa medida que lo haces ante un desconocido y desde aquel día no volví a verle nunca más. Conozco a Elena desde que íbamos a párvulos y he llegado a saber de todos sus mejores amigos que se hicieron conocidos míos más tarde, pero este tal Toni no sé de dónde salió, no sé más que su nombre y que le sentaba fatal el disfraz de templario.
Cuando nos pusimos a comer mi madre de nuevo sacó el tema de la invitación a mi hermana, incluso pusieron el cd de fondo mientras comíamos. Es increíble la ilusión que le hace a algunas mujeres ir de boda, al menos para las mujeres de mi familia siempre ha sido la mejor ocasión de mostrar el glamour y por qué no, el ridículo.
A cinco meses del evento sentía que mi cabeza iba a estallar de un momento a otro, escuchaba de nuevo aquella selección especial de canciones mezcladas con la algarabía de mi hermana y mi madre que compraban con la imaginación la ropa que lucirían, yo mientras iba planeando qué excusa inventar para no asistir al enlace, pero estaba empezando a tener claro que no era el mejor momento para elegir el plan, ni si quiera para probar la tarta de queso que con tanto entusiasmo mi madre había hecho para mí.
Aquel día hiciese lo que hiciese, pensase lo que pensase, tocase lo que tocase. comiese lo que comiese, suspendería. Estaba claro que no era mi mejor día.

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martes, 1 de enero de 2013

Nadie, nada...

Ese aparato doméstico que ni adorna y está en desuso es el que me ha partido el día hoy. Nadie está preparado para una llamada en un día en el que la mayoría está celebrando el primer día del año con manjares suculentos, y aún quedan restos de serpentinas de papel, gorritos y luces de colores que marean más que el propio alcohol consumido. Nadie tiene las palabras de consuelo preparadas para un momento así, sólo el susurro del silencio prefiere ser partícipe de una conversación a distancia. 



Hoy nada tiene sentido en esos mensajes de felicidad decorada con los mejores perfumes y lentejuelas mientras tú estés ante esa espera anunciada, nada.