domingo, 31 de marzo de 2013

Rendición

Fueron escasos segundos los que me mantuve poseído ante aquellos ojos verdes.
—¡Qué sorpresa Elena! Adelante, pasa, me cambio de zapatos y luego  si te parece bien podemos ir a tomar algo—, avancé por el pasillo que llevaba al salón, Elena se encargó de cerrar la puerta mientras se quejaba:
—Pero bueno, ¡qué bienvenida es esta! llevamos meses sin vernos y...
Tenía razón, me había pillado tan de sorpresa su llegada que se me había olvidado saludarla como de costumbre, me giré, puse un par de dedos en sus labios a modo de silencio y luego impulsivamente la abracé, fue un momento sumamente especial, momento en el que tuve claro que si me ofrecían un último deseo antes de morir querría que fuese estar entre sus brazos. Elena interrumpió aquel trance poniendo sus manos a ambos lados de mi cara y mirándome a los ojos me dijo:
—No pensarías que me iba a quedar sin ver tus ojos mientras me vuelves a contar lo de tu viaje a Pekín para ver a... ¿cómo se llama?
Elena tenía la peculiaridad de advertir si mentía con sólo mirarme a los ojos, aquel abrazo hizo que ni me acordase de lo que me había inventado hacía unos minutos para no acudir a su boda, pero si Elena seguía mirándome así conseguiría descubrirme; de momento tenía que solventar que a mi mentira le faltaba el nombre de una mujer, escuché a la vecina de arriba moviendo muebles y elegí si pensarlo su nombre.
—¿Te refieres a Olga? —Disimulé entrando en mi habitación en busca de mis All Star, cuando alcé la vista encontré a Elena chafardeando en mi cuarto mientras me regalaba el aroma fresco y peculiar de su piel.
—Bien, primera pista, me temo que tendré que hacer de policía para poder sacarte algo más que su nombre.
La astucia de Elena iba más deprisa de lo que presentía, tenía que darme prisa para salir de aquella habitación, cualquier despiste mío lo utilizaría para sonsacarme la verdad.
—Si hubiese sabido que venías habría ordenado un poco este cuarto. Bueno cuando quieras marchamos,  ¿no te apetece una cerveza bien fresca?—. Ella seguía inmersa con sus cinco sentidos moviendo cualquier objeto que pudiese darle pistas de algo nuevo en mi vida, se fijó en una foto enmarcada que había en una estantería, una foto que nos hizo mi padre en la playa cuando teníamos escasos siete u ocho años, en ella estábamos mi hermana Carlota, ella y yo.
—¡Uy, cuánto tiempo hace ya de esto! ¿Y cómo es que tienes esta foto aquí?
—Fue un regalo de Carlota en mi vigésimo cumpleaños, ¿recuerdas que ese día vinieron a rescatar un cachalote que quedó varado en la orilla? Carlota lo pasó muy mal ese día viendo que no podían hacer nada por aquel cetáceo, creo que aquel trauma hizo que se apasionase por la biología marina, siempre dice que esa foto significó un comienzo para ella.
—No me extraña, está preciosa en esta foto, siempre tan morenita.
—Tú también estás guapísima aunque un tanto triste.
—Bueno, triste estamos los tres, lo que llegamos a llorar al ver la agonía de aquel animal. Y lo bien que captó tu padre ese momento de angustia e incertidumbre. ¿Habría posibilidad de tener una copia?
—Supongo que sí, moveré cielo y tierra pero ahora ¿qué tal si nos marchamos? dice una leyenda urbana que a partir de las ocho de la tarde ya no queda cerveza en El Xiringuetti.
—¿No tienes cervezas en casa? Es que no me apetece mucho salir.
—Venga mujer, ¿cuánto hace que no compartimos una birra juntos? además, es viernes—, impulsivamente la cogí de la mano dirigiéndome hacía la salida mientras ella seguía haciéndome preguntas:
—¿Por qué no tienes alguna foto de Olga en tu habitación?
—Sencillamente porque no necesito tener a mi familia haciéndome preguntas sobre ella, ya tengo bastante contigo, además, llevamos poco tiempo y...

lunes, 11 de marzo de 2013

Con el verbo estar en...

Buenos Aires
16 de junio de 1965

Hoy iba a ser un día normal si no llega a ser porque al salir de casa he visto correspondencia en el buzón, mis manos torpes por el frío no atinaban a coger el sobre, quizá porque en seguida he reconocido tu letra, ha sido tanta mi alegría que la he leído tres veces, una de ellas en el mismo portal. La he llevado conmigo todo el día ubicada en un bolsillo de mi chaqueta pegada a mi pecho y he tenido la sensación de llevar un imán que hacía bailar mis latidos a un ritmo desconocido; he de reconocer que no estoy acostumbrado a recibir correspondencia y la emoción me ha dejado un tanto desconcertado. Como iba sobrado de tiempo me he parado a tomar un café con la excusa del frío y así leerla por segunda vez ¡qué bien has camuflado tu perfume entre esos renglones!
Tus palabras reflejan añoranza de un amigo que acudía a escuchar tus problemas y centelleos de amores que no tenían mi nombre. Me he quedado ausente entre tu perfecta caligrafía y he notado el amor sentado al lado de mi soledad, esta soledad que conversa con mi ausencia de ti, que respira algún que otro no te olvido y se resguarda en besos que deseé sin tú saberlo. Por eso acepté este trabajo tan lejos de ti, de todo, lejos de un mundo que empezaba a notar sólo tuyo.
Dudo que las palabras que acabas de leer te sorprendan, sí, lo voy a hacer en esta primera carta, en respuesta a la tuya. Pon el verbo estar en todas sus conjugaciones antes de… enamorado de ti. No pienses que me anticipo, es que me gusta escribir cuando la emoción está reciente, sé que a estas alturas no vas a cruzar el charco y corresponderme con un abrazo y quedarte conmigo para siempre, pero era imprescindible que supieses lo que siento.
Muchas veces culpo esta nostalgia por no tener aquí más que a un tío abuelo casado con una mestiza argentina y dos primos que empiezo a conocerlos prácticamente desde ayer. Añoro a todos los que dejé atrás pero sobretodo le extraño a vos. ¡Ya se me empezó a pegar el acento de acá!
Pasearme por esta melancolía es lo único que hago cuando llego a casa, escribo y describo mi desconsuelo en borradores de papel que luego tiro, quemo o abandono entre libros.
Quererte me abre la mente y me cierra puertas de posibles conquistas, por qué negar que voy sorteando cada cebo que me impone la tentación, huyendo de mí mismo por no renunciar a ti. Y ya que empecé con la sinceridad te diré que apareces hasta en sueños donde planeo con mis manos sobre el atlas de tu cuerpo, donde mi deseo descansa en tu ombligo y concluye luego entre tus muslos para desafiar así la distancia que me separa del calor de tu piel… Como ves tu carta ha traído algo más que tinta y letras, más que aquella imagen de despedida en una estación.
Hoy caminando por las calles de este Buenos Aires, tan querido en las canciones de Gardel, iba observándome en algún que otro escaparate y he visto algo de felicidad en este rostro que estrenaba hoy un nuevo color en sus mejillas. Hasta cuando he llegado al trabajo mi compañero ha notado algo distinto en mí, como si me hubiese dejado por primera vez el mal humor de las mañanas encerrado en el piso, se ha puesto tan pesado que le he tenido que enseñar el motivo del peculiar cambio en mi carácter. Acto seguido ha empezado a bromear conmigo intentando tener alguna ocasión para robarme el único tesoro que tenía desde que llegué aquí, tu carta, esta que con su llegada me ha aferrado a una fe que no traía y ahora la escucho haciéndose amiga de un anhelo y un volver a verte.
Después de esto no sé si habrá una segunda correspondencia con tus puntos y comas, con tus elegantes haches y entrometidas emes, con tus risas mojadas en tinta y tus cotilleos en voz baja, con ese perfume a mi niña querida y amada. La ausencia será para mí una señal de que debo empezar a digerir una vida nueva sin ti, aunque tenga que enfrentarme a tu recuerdo con espada y lanza.
Cuando llegué a Rosario, un compañero de tren me regaló como obsequio de bienvenida, una pequeña publicación con pequeños relatos de autores noveles y alguna poesía de los grandes, este fragmento de Benedetti me ha parecido perfecto para dar por concluida la respuesta a tu carta: "Estaré en un lejano horizonte sin horas, en la huella del tacto, en tu sombra y mi sombra".
PD: No olvides conjugar el verbo estar en...

domingo, 3 de marzo de 2013

Dulce atasco

Estuve rodeando calles sin sentido, una me llevaba a otra que me dejaba en sentido contrario a donde yo quería dirigirme, aunque me confortaba ver que no era la única que se había metido en un atasco con salida al mismo socavón. 
¡Pero a quién se le habrá ocurrido la idea de hacer coincidir una obra de esta envergadura delante de un colegio y en plena temporada escolar! Hoy habría resultado más rentable haber salido de casa a pie. 



—¡Se puede saber qué se te ha perdido a ti por este barrio!
No me lo podía creer, era la voz de Berta, habría reconocido esa voz tan grabe en cualquier parte del planeta; hacía al menos un año que dejamos de trabajar juntas en aquel restaurante y desde entonces nos habíamos perdido la pista.
—¡Yo también me alegro de verte!
—Perdona Carla, es que si hay alguien que no esperaría encontrarme por estas calles es a ti, te hacía viviendo en otra ciudad.
—Al final el traslado de Salva no se llevó a cabo, cosas de funcionarios. Y el que me encuentres por aquí es pura casualidad, en realidad vamos a tener que darle las gracias al socavón que hay en la calle paralela al colegio del Sagrado corazón.
—¿Un socavón? No estaba enterada.
—Ni tú ni muchos de los que solemos acudir cada día a llevar a los niños al colegio. Digo yo que podrían haber puesto una señal de aviso unas semanas antes, que hacer semejante agujero no se planea de la noche a la mañana.
Tuve que dejar paso a un coche que tenía detrás y Berta aprovechó para otorgarme un espacio y poder estacionar mi coche en él. Salí para hablar más cómodamente y quitarme de encima la tensión que llevaba acumulada. 
—Si llego a imaginarme que llevar a los niños al colegio me iba a suponer este transbordo con el coche les hago ir andando, es más, hoy mismo les compro un bono bus para que bajen a la escuela solos. 
—No es por echarle un cable a tu enojo, pero si es una obra municipal no vas a tener suficiente con comprar un bono bus. 
—Sí claro, tú arréglalo.
—No te lo tomes a mal mujer, al menos nos ha dado la oportunidad de vernos después de tanto tiempo.
—Ya Berta, lo que ocurre es que hoy un atasco era lo que menos necesitaba.

sábado, 2 de marzo de 2013

Viceversa

Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

Tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte

Tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte

O sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

M. Benedetti