sábado, 27 de abril de 2013

La culpa la tiene el cielo

Bilbao, 18 de Marzo de 1977


Querida Julia, ¡qué sorpresa verdad! 
Ni yo misma me creo estar robándole unas horas a esta tarde de sábado para coger papel y tinta, aunque a punto he estado de hacerlo con la vieja Olivetti de Guillermo pero es que si lo hago, parece que no desconecte de la oficina. 
Me pregunto si cuando leas estas líneas tendrás ya el título de modista colgado y enmarcado en la pared, ya sabes que puedes estrenarte haciéndome el vestido de madrina para la fiesta de agosto, que aunque queden algunos meses el tiempo pasa volando. Sé por mis primas que te va muy bien con Teo, a ver para cuándo el enlace, que de nuestra quinta eres la única que queda por vestirse de largo, aunque si te digo la verdad, deberías hacer como aquí en la capital, algunas parejas conviven juntas y no les une ningún papel, pero claro, eso a tus padres no les iba a hacer mucha gracia.
Yo cada día con menos tiempo para mí, el niño, el colegio, el trabajo, la casa... Los fines de semana si a Guillermo no le hacen trabajar el sábado solemos ir a la montaña a hacer un picnic con unos vecinos, así los niños y adultos desconectamos unas horas de la ciudad; los domingos un paseo por el centro camino del aperitivo en el bar de tío Candelario y luego para casa a comer y descansar, la única novedad para contarte es que ya tenemos reproductor de video, con lo que las tardes que nos quedamos en casa siempre tenemos una película de alquiler para ver, por lo demás, igual que siempre.
Ya está aquí la primavera y con ella el cambio de ropa, parece mentira lo que hace tener más luz por las tardes, al menos el día parece que cunde más; precisamente ayer tarde cuando volví del trabajo me enredé a organizar los armarios, he separado un par de bolsas con ropa de Julián que se le quedó pequeña antes de lo esperado, estos niños crecen por momentos, creo que su ropa le vendrá bien a Pedrito, y a tu hermana ni te cuento.
¡Ay Julia, os echo tanto de menos! no hay día que no recuerde aquel andén, aún sueño con aquella autopista férrea que iba alejándome de todo lo que me importaba para dirigirme a un lugar desconocido con más futuro, y sí, trabajando estoy desde que llegué, pero a veces siento que esa balanza de prosperidad no me recompensa. 
¡Se nota que hoy me he levantado melancólica eh! La culpa la ha tenido el cielo, sí, nada más levantarme me he asomado al balcón y me ha sorprendido verlo sin nubes y completamente azul, de ese azul que tan acostumbrados estáis por ahí; aquí lo habitual es verlo pálido y plomizo, bueno, como en la mayoría de ciudades industrializadas donde los muros de hormigón, pisos, calles y coches lo van coloreando todo de gris. Qué vida de contrastes, los pueblos andan faltos de servicios y comodidades y las ciudades sobradas de ruidos y olores pestilentes, demasiada sociedad haciendo y deshaciendo lo mismo un día tras otro.
Ojalá pueda escaparme unos días para el próximo puente de mayo, nos entregaron el coche hace un mes y Guillermo quiere hacerle un primer rodaje, espero que esta inversión con ruedas nos de más oportunidades de ir más a menudo a veros. 
Ahora me gustaría trasladarme en el tiempo, concretamente a aquellos sábados cuando queríamos bajar a la plaza para reunirnos con la pandilla y yo te ayudaba a tender las sábanas al aire libre en el antiguo corral de tu casa, espero poder hacerlo dentro de poco y no tener que acudir a los sueños. Necesito disfrutar unos días de alguna caminata recordando nuestros juegos de niñez, ir a beber agua a la fuente de La Secana, meternos en la fresca Ermita de San Nicolás a ponerle alguna vela al santo, asomarme a la loma de Punta Cabras a gritar nuestro nombre retando a nuestro eco, saturarme de aroma de romero, tomillo, estirarme en la hierba y dejarme acariciar por el viento mientras esperamos algún guiño de las nubes sacudiendo alguna que otra tormenta primaveral. ¡Sí Julia, necesito una dosis de algo sencillo, que huela a mis recuerdos! 
Tengo muchas cosas que contarte pero más ganas tengo de verte, bueno, a ti y a todos, te aseguro que voy a ser pesada con mi dosis de cariño, amenazo con pedir abrazos para dosificarlos en esta gris ciudad hasta los siguientes, así que ves avisando al pueblo entero, no es una amenaza, es que mi corazón con la edad y la distancia se ha vuelto exigente. Si no llegamos a colarnos en carretera para este puente hazme el favor de responder esta carta y ponerme al día de todo, sobretodo de ti. 
Es la hora de la despedida, esta es la parte que peor llevo y llevaré mientras haya tantos kilómetros entre la línea de mi ayer y el horizonte de mi futuro.
Me paro en este último párrafo para que fluya un suspiro y regalarte la primera dosis de abrazos que luego me cobraré en persona.