16 de junio de 1965
Hoy iba a ser un día
normal si no llega a ser porque al salir de casa he visto
correspondencia en el buzón, mis manos torpes por el frío no
atinaban a coger el sobre, quizá porque en seguida he reconocido tu
letra, ha sido tanta mi alegría que la he leído tres veces, una de
ellas en el mismo portal. La he llevado conmigo todo el día ubicada
en un bolsillo de mi chaqueta pegada a mi pecho y he tenido la
sensación de llevar un imán que hacía bailar mis latidos a un
ritmo desconocido; he de reconocer que no estoy acostumbrado a
recibir correspondencia y la emoción me ha dejado un tanto
desconcertado. Como iba sobrado de tiempo me he parado a tomar un
café con la excusa del frío y así leerla por segunda vez ¡qué
bien has camuflado tu perfume entre esos renglones!
Tus palabras reflejan
añoranza de un amigo que acudía a escuchar tus problemas y
centelleos de amores que no tenían mi nombre. Me he quedado ausente
entre tu perfecta caligrafía y he notado el amor sentado al lado de
mi soledad, esta soledad que conversa con mi ausencia de ti, que
respira algún que otro no te olvido y se resguarda en besos que
deseé sin tú saberlo. Por eso acepté este trabajo tan lejos de ti,
de todo, lejos de un mundo que empezaba a notar sólo tuyo.
Dudo que las palabras que
acabas de leer te sorprendan, sí, lo voy a hacer en esta primera
carta, en respuesta a la tuya. Pon el verbo estar en todas sus
conjugaciones antes de… enamorado de ti. No pienses que me
anticipo, es que me gusta escribir cuando la emoción está reciente,
sé que a estas alturas no vas a cruzar el charco y corresponderme
con un abrazo y quedarte conmigo para siempre, pero era
imprescindible que supieses lo que siento.
Muchas veces culpo esta
nostalgia por no tener aquí más que a un tío abuelo casado con una
mestiza argentina y dos primos que empiezo a conocerlos prácticamente
desde ayer. Añoro a todos los que dejé atrás pero sobretodo le
extraño a vos. ¡Ya se me empezó a pegar el acento de acá!
Pasearme por esta
melancolía es lo único que hago cuando llego a casa, escribo y
describo mi desconsuelo en borradores de papel que luego tiro, quemo
o abandono entre libros.
Quererte me abre la mente
y me cierra puertas de posibles conquistas, por qué negar que voy
sorteando cada cebo que me impone la tentación, huyendo de mí mismo
por no renunciar a ti. Y ya que empecé con la sinceridad te diré
que apareces hasta en sueños donde planeo con mis manos sobre el
atlas de tu cuerpo, donde mi deseo descansa en tu ombligo y concluye
luego entre tus muslos para desafiar así la distancia que me separa
del calor de tu piel… Como ves tu carta ha traído algo más que
tinta y letras, más que aquella imagen de despedida en una estación.
Hoy caminando por las
calles de este Buenos Aires, tan querido en las canciones de Gardel,
iba observándome en algún que otro escaparate y he visto algo de
felicidad en este rostro que estrenaba hoy un nuevo color en sus
mejillas. Hasta cuando he llegado al trabajo mi compañero ha notado
algo distinto en mí, como si me hubiese dejado por primera vez el
mal humor de las mañanas encerrado en el piso, se ha puesto tan
pesado que le he tenido que enseñar el motivo del peculiar cambio en
mi carácter. Acto seguido ha empezado a bromear conmigo intentando
tener alguna ocasión para robarme el único tesoro que tenía desde
que llegué aquí, tu carta, esta que con su llegada me ha aferrado a
una fe que no traía y ahora la escucho haciéndose amiga de un
anhelo y un volver a verte.
Después de esto no sé
si habrá una segunda correspondencia con tus puntos y comas, con tus
elegantes haches y entrometidas emes, con tus risas mojadas en tinta
y tus cotilleos en voz baja, con ese perfume a mi niña querida y
amada. La ausencia será para mí una señal de que debo empezar a
digerir una vida nueva sin ti, aunque tenga que enfrentarme a tu
recuerdo con espada y lanza.
Cuando llegué a Rosario, un compañero de tren me regaló como obsequio de bienvenida, una
pequeña publicación con pequeños relatos de autores noveles y
alguna poesía de los grandes, este fragmento de Benedetti me ha
parecido perfecto para dar por concluida la respuesta a tu carta:
"Estaré en un lejano horizonte sin horas, en la huella del
tacto, en tu sombra y mi sombra".
PD: No olvides conjugar
el verbo estar en...
despues de haber leído varios relatos y sus enlaces... no me queda otra cosa que decirte que de ahora en lo adelante apareces en una lista de blog que mas leo que tengo en mi blog.
ResponderEliminarestaré siguiendo tus historias...merece la pena
un saludo
carlos
Me reconforta saber que los enlaces de algunas historias se siguen :)
ResponderEliminarMuchísimas gracias Carlos.