Andrea fue la primera
después de dos abortos naturales, le costó nacer y ahora, hasta va sobreviviendo. Empezó a caminar más tarde de lo habitual, sus
padres detectaron algo anormal por sus continuas caídas,
una distrofia muscular que se adelantó al diagnóstico médico y
la dejaba definitivamente sentada en una silla
de ruedas unas semanas antes de su décimo cumpleaños.
Sus padres quisieron que
fuese un cumpleaños especial, le prepararon una gran fiesta,
invitando a gente que ni ella misma conocía, contratando animadores
que aportaban juegos de magia, monólogos para todos los públicos,
baile y un sin fin de actividades para distraer y aportar algo de felicidad a su pequeña.
Amigos y familiares se le
acercaban con regalos mientras ella se veía como en medio de una
tela de araña, atrapada en aquella silla preguntándose si sus
padres se habrían sometido a ese gasto si su enfermedad no la
hubiese dejado inmóvil, sabía que lo hacían para motivarla pero ella odiaba someterse a semejante espectáculo emocional. Quería huir de aquel tumulto de gente, pero hasta para huir
necesitaba ayuda, sus brazos ya habían empezado a perder fuerza y
aquella silla, sin alguien que la empujase no la llevaría muy
lejos.
De repente se hizo el
silencio quedándose todo a oscuras, a lo lejos un par de empleados del
catering acercaban a Andrea un pastel enorme con varias bengalas y 10
velas encendidas, en una pared podía verse proyectada una frase:
“Todo lo que quieras con tal de verte feliz”.
Las velas de aquel pastel
iluminaban su cara que reflejaba una niñez estancada y hastía,
Andrea rompió aquel silencio pidiendo en voz alta un deseo por cada
una de las velas:
Quiero poder caminar sin
esta silla.
Quiero fuerzas en mis
brazos para ayudar a mi madre en la compra, organizar la casa y
ayudarla a tender la ropa para que ella descanse.
Quiero fuerzas en mis
piernas para acompañar a mi padre a pasear el perro, a lavar el
coche y a sus entrenamientos de baloncesto.
Quiero poder abrazar a mi
hermano sin miedo a que se me caiga y prepararle las palomitas de los
domingos.
Quiero pasear por el
parque de la mano de mis abuelos.
Quiero poder hacer la
clase de educación física como todos mis compañeros, cansarme de
saltar y correr por las calles.
Quiero ser bailarina.
Quiero aprender a nadar y
a montar en bicicleta.
Quiero no tener ganas de
morirme cada vez que me veo atrapada en esta silla.
Y por último, quiero que
se cumplan todos los deseos anteriores.