martes, 31 de enero de 2012

Amigos hasta ese instante


Querida Amelia
Últimamente vengo a menudo a pasar algunos ratos de silencio a mi apartamento, en casa de mis padres hay mucho ruido y no puedo concentrarme en nada de lo que me propongo, pero aquí es distinto, este minúsculo apartamento está cargado de recuerdos y como diría mi amiga Laura, "de buena onda". Siempre que llego abro sus cuatro ventanas, dejo que entre la luz, se instale conmigo y me haga compañía. Ya sabes que está bien situado y no muy lejos del centro, es por eso que cuando el portero me ve llegar me comenta que debería aprovechar el momento y alquilarlo, él sabe de algún que otro inquilino solvente encaprichado. Yo siempre le sonrío y le digo: No sé Julián, aún no me he decidido. Él lo sabe y yo también, este apartamento es mi único capricho, a parte de fumar claro; sí Amelia, aún no he conseguido dejarlo.
Hoy he revivido algo muy especial nada más entrar y cerrar la puerta he notado tu presencia, bueno, he de reconocer que siempre estás presente, me he dirigido a la cocina para prepararme una taza de café y hasta que me invadiera su aroma he decidido liarme un cigarrillo con un tabaco que mi vecino Aurelio me trajo de unos de sus viajes hace un par de semanas, leyendo la procedencia del mismo y la del café intentaba distraer mi mente de ese nerviosismo interior que se había instalado en el mismo instante que abrí la puerta.
Con la mezcla de aroma y humo me he dirigido al salón, observando las vistas desde el sofá ¿lo recuerdas? Muchos me dicen que ese sofá estaría mejor en la pared de al lado, que es más amplia, incluso que debería deshacerme de él por lo viejo que es, pero yo no les escucho, aquí, en este espacio sólo escucho a mi corazón, y él adora este sofá y lo quiere en el mismo lugar de siempre, sólo él y yo sabemos el por qué. Bueno, cuando leas esta carta tú también lo sabrás. Este sofá aunque te parezca extraño sigue acompañando parte de mis horas de descanso y de lectura. Este sofá conserva los mejores recuerdos que he vivido en este modesto apartamento y los mejores que he vivido junto a ti.
Hoy, subido a lomos de la nostalgia, entre café y nicotina, ha sonado el teléfono y ha sido entonces cuando se ha instalado la imagen de tu cuerpo lánguido sobre el sofá y he empezado a recordar aquel veintisiete de agosto.
Habíamos discutido el día anterior y estábamos ambos sentados frente a frente tomando café, intentando hablar lo mínimo posible de lo ocurrido, de fondo la voz de Diana Krall en concierto con su "look of love" invadía la estancia, interrumpió la reconciliación el timbre del teléfono. Mientras intentaba mantener una conversación podía oir la canción de fondo, estaba sonando para ese momento en el que tu mirada se clavaba en mí y yo intentaba concentrarme en la conversación telefónica. Ahora mismo puedo sentir esa mirada y el tacto de tus dedos buscando mis manos como intentando invitarme a algo. Recuerdo que colgué con la sensación de no saber con quien había estado hablando, dudaba de mí pero no podía dejar de atender los deseos que el brillo de tus ojos reflejaban. Seguías tirando de mi mano para que me acercase más a ti y con la lentitud que el deseo lo requiere, observé tu cuello que llevaba ya un rato ofreciéndome refugio, acercarme a tu cuello ya podía ser un regalo pero acercarme a tus labios era un sueño imposible de realizar, habíamos sido amigos hasta ese instante, justo en ese instante en el que nuestros labios decidieron concederse una oportunidad. El primer contacto con tus labios fue lento y tímido, antes del segundo observé que tus ojos aún permanecían cerrados, como esperando más, pensaba que estaba en un sueño del cual no quería despertar pero me sacudía la duda de si ambos sentíamos lo mismo, paré y fue entonces cuando tu mano de nuevo buscó la mía para ponerla en tu cuello, el segundo beso llegó solo, fue más extenso que el primero, luego vino un tercero que dio paso a un cuarto o quinto y donde perdimos la cuenta y la razón. Es por eso me resulta imposible no recordar esa tarde cuando me pongo a hablar por teléfono mirando esa parte del sofá.
¿Sabes que tengo grabadas las huellas de tus dedos en mis manos de ese mismo instante en que dejamos de ser amigos para ser amantes?

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