Maica- Hola Carmen, ¿estás por aquí? ¡Conéctate porfa!
Carmen- ¡Por fin! ayer estuve
esperando verte por aquí como una hora, ansiosa por verte conectada, y es que desde la última conexión
me dejaste intrigadísima.
M- Lo siento, ayer me tocó quedarme en
el trabajo unas horas más y cuando llegué vi tu mensaje pero me imaginé que ya no estarías y ahora acabo de acompañar a Álvaro a llevar
su coche al mecánico; para estar más tranquila contigo lo he mandado con mi coche a hacer algunos recados.
C- Qué bien, entonces estamos solas
las dos, Ramón y los niños se han ido a la bolera con mi cuñado y
sobrinos, así que la tarde es nuestra.
M- Esta conversación sería genial
tenerla cara a cara con un café.
C- Sí, sí, pero como por la distancia es inviable, venga, venga, escupe lo que dejamos el otro día.
M- ¿Y por dónde quieres que empiece?
C- Maica, pues por donde va a ser, por
tu visita a Cádiz.
M- Madre mía Carmen, sólo nombrar
Cádiz se me ponen los pelos de punta, jamás podría imaginarme que
a esa distancia podría reencontrarme con aquel grupo y mucho menos
con Daniel.
C- Ayyysss quieres creer que desde que
me lo dijiste he estado imaginándome el momento, como me habría
gustado estar ahí.
M- Pues me acordé de ti, miré a mi
alrededor por si era una broma, por si detrás de ese grupo
aparecíais tú, Sandra, Esther y Sara, de verdad, no podía
creérmelo. Los vi aparecer mientras estábamos en un
cocktel-cena-baile que organizaba el hotel. Creo que no se dieron cuenta de mi presencia, mi mesa estaba situada de tal manera que
me permitía controlarlos sin que me viesen.
C- ¿Pero no te acercaste a hablar con
ellos?
M- Tranquila, tranquila… Estaba tan
nerviosa que necesitaba tiempo, en nuestra mesa estábamos Álvaro,
su hermana y marido y otra pareja; para completar la mesa se
añadieron cuatro suecos que llevaban veraneando en España seis años
y se desenvolvían bastante bien con el idioma y más aún con el
cachondeo. Aprovechaba que Álvaro y los demás estaban enfrascados
en conversaciones y copas para observar al grupo, una enorme planta me ayudaba
a no ser vista. Cuando ya habíamos tomado y comido suficiente vi que
Daniel se levantaba, era momento de no perderlo de vista, mis piernas
temblaban como cuando tenía 15 años Carmen. Los suecos y el resto
seguían bebiendo, esta vez con chistes, yo pensando en cómo
levantarme de aquella mesa sin llamar mucho la atención, seguí a
Daniel con la mirada y cuando se paró en la barra pensé que era el
momento de lanzarme, cogí el bolso con la intención de dirigirme al lavabo, pero mi cuñada
aprovechó mi gesto para ir ella también, creí que todo se me iba al traste; al salir el
destino me echó una mano, la música tenía más volumen y mi cuñado
estaba esperando a su mujer justo en la salida, se la llevó a la
pista, miré a mi mesa y vi que Álvaro estaba bastante emocionado
con el resto, desvié mi mirada hacia la barra y…