domingo, 26 de mayo de 2013

A las cinco de la tarde


Era extraño estar ante aquel portón de la iglesia viendo salir a hombros el ataúd con el patriarca de Los Molleteros cuando aún quedaban restos de arroz del último acontecimiento al que asistió. La muerte le pilló por sorpresa mientras se celebraba la boda de su hija Angelita y su marido Rafael en La Venta Mayo, su hijo Antonio lo encontró sentado bajo el limonero que hay en el patio con una sonrisa en la boca, un sombrero en una mano y en la otra aquel bastón con empuñadura de marfil que le trajo un fiel amigo de Nueva Guinea.
El tronco de aquel limonero aguantó aquel cuerpo aún templado con la misma pose que solía tener Julián cuando se sentaba en el umbral de su casa rodeado de jaulas con canarios y aquel viejo transistor emitiendo flamenco, toros y partidos de fútbol.
Su afición por los toros la dejó descrita en contadas ocasiones a todo el que le diera un poco de conversación, todos recordaremos cuando narraba sus escapadas nocturnas con otros valientes a la finca de El Chaparro para torear desnudos algunos astados bajo la luz de la luna. Creció y vivió entre panes y pasteles mientras soñaba con cambiar la harina por el traje de luces, banderillas, capote y salir a hombros de La Maestranza, Las Ventas o La Monumental escuchando entre la multitud el apodo familiar con algún triunfo en la mano.
Pero El Molletero tuvo que conformarse con la salida a hombros de la iglesia y el vitoreo entre sollozos en el momento de su entierro, mientras el campanario anunciaba las cinco de la tarde.

14 comentarios:

  1. Las salidas a hombros es lo que tienen. Un abrazo.

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    1. Si, al menos parte de su sueño se cumplió, hasta en la hora!
      Un placer verte por aquí.

      Un abrazo, Mónica

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  2. Sí, nunca sabes que es lo que va a ser de nosotros, donde nos pillará nuestro adiós... me ha gustado mucho el "final taurino" :) Un abrazo!

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    1. Sí Francisco, el destino es sumamente caprichoso.
      Seguro que a Julián también le gustaron esas cinco campanadas.

      Un abrazo, Mónica

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  3. al menos pudo cumplir parte de un sueño. estoy seguro que desde donde estaba escuchó las cinco campanadas.
    un abrazo
    carlos

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    1. Pues quieres creer Carlos que yo creo que este personaje se quedó con aquella sonrisa en el rostro porque de alguna manera tenía que cumplir su sueño ¡A saber con qué dioses estaría conversando bajo aquel limonero! ;)

      Un abrazo, Mónica

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  4. Me gustó. No es mala forma de morir. En todo caso ?adónde van los sueños cuando ya no estamos para soñarlos?
    Un saludo.

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    1. ¡A saber Cipriano, a saber! creo que es mejor no llamar al timbre de la curiosidad.
      Un saludo, Mónica

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  5. No hay nada mejor que una muerte sencilla, mientras se es feliz, aunque sea un momento.

    Que no se haya cumplido el sueño del torero no quiere decir que no se le hayan cumplido otros y por eso planteaste así su muerte. Sentado, sonriendo, en una fiesta y a la sombra de un limonero. Cuántos desearíamos morir así...

    Lehit

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    1. Y como se diría por aquí ¡Con tó el sestero qué mejor que descansar bajo la sombra de un limonero! Aunque en este caso el descanso fue eterno...

      Un abrazo Gavri!

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  6. Cómo nos hacen pensar algunas personas, Mó. Esas personalidades fuertes, sobre las que hay que escribir de alguna forma.
    Tantos habrá como éste, soñando con ser toreros y metidos en el engranaje de una vida rácana con los sueños.

    Por decirte algo.. pose es femenino.... la pose.

    Igual tuvo una buena muerte, como dice Akhenazi.

    Namasté.

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    1. Morgana, gracias por tu apunte "femenino". Rectificado y aprendido.
      Las vivencias del ser humano son tan variadas... estaba en su destino todo ese final, con sonrisa incluida, a saber lo que vio antes de su último suspiro.
      Suspiro de paso ;)

      Un abrazo, Mónica

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