domingo, 5 de mayo de 2013

Con D.O. Estepa

Empecé a conocerla más en aquella feria, Regina, andaluza de unos cincuenta años, guapa y elegante, de semblante solemne y sonrisa afable, no dejaba de dar paseos para ver qué hacía la competencia o traernos café y tentempiés para todos; cuando se quedaba en el stand reunía a las azafatas para proponerles cambios o se quedaba cerca del resto escuchando cómo vendíamos su marca. Protegía el aceite de sus descendientes y tierras con orgullo, un aceite con denominación de origen en pleno balcón de Andalucía, un aceite de su Estepa natal.
A mí me asignaron la nueva campaña de publicidad, el aceite había conseguido un premio y había que mover la noticia por todos los medios, así que durante el último mes la acompañé a varios certámenes, locuciones de radio y televisión de ámbito local y nacional. Un mes de peregrinaje entre una ciudad y otra, de un avión a un taxi, de hoteles y de un no aparecer por casa.
El último día de feria estuve al menos veinte minutos metida en el baño tras recibir el mensaje de Fermando, no me sorprendió en sí la noticia, sino el cómo, había decidido romper nuestra relación y comunicármelo vía whatsapp: "Advertirte que cuando regreses a casa ya no encontrarás mi ropa, ni mis libros, ni mis discos, ni el resto de mis cosas... ni a mí. Nuestra relación se ha enfriado Cati, tanto tú como yo sabemos que esto no funcionaría por mucho más tiempo, cuando regreses hablaremos de lo demás". Fue un triste mensaje sin un triste hola, ni un triste beso, ni un triste adiós; sólo quedaba hablar de lo demás.
Regina se percató de mi ausencia, entró en el baño y me encontró gimoteando con un rollo de papel higiénico en la mano, al verla pensé en un despido o en una bronca, todo lo contrario, se acercó con calma y me invitó a almorzar con ella.
A modo de justificante me sentí en la necesidad de hablarle de lo ocurrido, hasta de enseñarle el mensaje de Fernando. En al menos dos horas de almuerzo empezamos y concluimos hablando del amor y su enemigo, según mi estado, el tiempo o la falta del mismo.
Con toda tranquilidad y como si tuviésemos todo el día por delante alzó la mano, en seguida un camarero se acercó para tomar nota de dos cafés y un par de chupitos.
—Bobadas Cati, a mis cincuenta y seis años tengo la certeza que el tiempo no destruye el verdadero amor, que la verdadera chispa no se apaga y para ponerte un ejemplo te contaré algo muy personal. Ahora te reirás pero te diré que desde el primer día que llegué a este recinto percibí un aroma especial que sólo he sentido una vez, el aroma del amor—. Menos mal que me advirtió de la risa porque quedé sorprendida ante tanta tontería, sobretodo porque después del mensaje de Fernando en lo que menos creía era en el amor y mucho menos en su aroma, pero seguí escuchándola. —Et voilà! ante un stand de la competencia he encontrado al que fue mi primer amor, por eso mis constantes paseos. Te aseguro que encontrármelo de nuevo ha hecho que vuelva a sentirme joven, llevo días paseando por el pasado, que a mi edad es un ejercicio vital, recordando cuando empezó todo, tardes en la hacienda, donde nuestros padres trabajaban la tierra mientras nosotros inventábamos nuevos juegos entre olivos y tierra polvorienta, crecí y maduré con aquel niño flacucho medio rubio y pelirojo al mismo tiempo que crecían aquellos olivos.
Y esta semana he sentido de nuevo ese aroma inconfundible, ese cosquilleo que siempre estuvo, el que nunca murió, el mismo que me detuvo en el pasado para acercarme a él. El tiempo nos separó por causas que sólo el destino y la vida saben, pero en ese tiempo no ha habido un sólo día que no lo haya tenido en mi mente—. Regina miró el reloj, se levantó y observó que en la mesa aún permanecían dos chupitos esperando un brindis, alzó la mano diciendo: ¡por ese aroma inconfundible!
Me otorgó tanta franqueza que le lancé una pregunta indiscreta: ¿y ese primer amor fue recíproco?
Exhaló la pregunta y espiró un nunca lo supe tan sincero que me entristeció, luego cogió su bolso y nos propusimos seguir con el último día ferial haciendo un extenso recorrido, quizás en busca de una última señal, la noté inquieta al pasar por un stand cercano al nuestro y prosiguió diciendo: ahora sólo sé que si hubiese sido recíproco ese amor, estos días, en este gran recinto se habría percatado de mi presencia.
Al incorporarnos al stand le di las gracias y le dije que su historia olía a amor con Denominación de Origen, ella me respondió con una sonrisa.
Gran parte de la tarde la pasé pensando en la nueva campaña, garabateando en mi iPad algunos dibujos; a ratos pensando en Regina, en su aroma del amor y en menor cantidad en Fernando con su mensaje sin un triste hola, ni un triste beso, ni un triste adiós.

9 comentarios:

  1. wow, una linda historia en la que podemos caer en una larga controversia en si existe el amor o no existe.
    digamos mejor que son momentos y que deben de vivirse.
    me encant{o el relato y su moraleja incluida
    saludos
    carlos

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  2. Claro Carlos. He ahí la cuestión ¿será verdad que hay un aroma o será un simple instinto?
    Seguro que este tema se expone en una sobremesa (como la de las protagonistas) y se puede pedir la cena sin llegar a una conclusión.
    Me alegra tu encantamiento.
    Saludos, Mó

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    1. ya he puesto otra carta sin respuestas.
      Espero la disfrutes.
      Saludos
      Carlos

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  3. Hola: amores como el de Fernando es mejor perderlos que encontrarlos. Yo no se si el amor tendra perfume, pero sé que existe. Un abrazo Mó y te deseo que lo encuentres, tal vez a la vuelta de una esquina...
    mariarosa

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    1. Creo que a Cati no podía escuchar mejor historia para poder ver que Fernando desaparecía porque... no tenía la esencia o... ese aroma del amor.
      Gracias por pasearte por este stand de aromas y denominación de origen.
      Sds, Mónica

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  4. El amor existe... y tiene una amplia gama de matices.
    El amor de Regina tiene una coloratura fuerte, intensa (como casi todos los amores imposibles).
    El de Fernando está entre los del tipo que destiñen con el uso.
    Seguí con mucho interés tu relato, Mo.
    Un saludo desde Buenos Aires.

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  5. Ohhh!! ¿Y hasta Buenos Aires llegó este aroma?
    Pues sí, ese aroma existe, se identifica como cuando se avecina una tormenta, se te acerca por sorpresa y puedes notar como te remueve los sentidos, es especial.
    Gracias por dejarte caer por estas historias y cruzar el charco.

    Saludos, Mónica

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  6. Mucha naturalidad en tu relato, Mó, así que se hace creible en lo cotidiano. Me temo que el whatsapp está haciendo estragos en esto de los rompimientos. Antes tenían que dar la cara, al menos, y tú podías despreciarle agresivamente o victimizarte y dejarle bien jodida la conciencia, en caso de que la tuviera, pero ahora se acabó ese placer revanchista porque ¿qué contestas por ese medio que sea lo suficientemente cruel como para que no te olvide nunca?¿Quizás un: Mira que eres lento para todo, Fernando, pensé que nunca ibas a dar el paso. Gracias.? (ríome).

    Mientras huela a Armani Code, ays. (un suspiro de los tuyos).

    Namasté, guapa.

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    1. Ríome yo también!!
      Por suerte o por desgracia el whatsapp está haciendo estragos en las comunicaciones personales, se perdieron las cartas con los emails, bueno, aún hay esencia cuando ves en tu bandeja de entrada un email sorpresa, de esos ta escasos; y ahora en lugar de ver cara a cara a alguien decidimos usar la mensajería instantánea con emoticonos, ¡muy triste! En fin, en esta historia para Cati fue ¡una guantá con la mano abierta! pero al mismo tiempo una lección para abrir los ojos a... ¿ese aroma inconfundible? (no vale Armani Code, ríome otra vez)

      Saluditos... sin emoticonos!


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