Querida Amelia
Últimamente vengo a menudo a pasar algunos ratos de silencio a mi apartamento, en casa de mis padres hay mucho ruido y no puedo concentrarme en nada de lo que me propongo, pero aquí es distinto, este minúsculo apartamento está cargado de recuerdos y como diría mi amiga Laura, "de buena onda". Siempre que llego abro sus cuatro ventanas, dejo que entre la luz, se instale conmigo y me haga compañía. Ya sabes que está bien situado y no muy lejos del centro, es por eso que cuando el portero me ve llegar me comenta que debería aprovechar el momento y alquilarlo, él sabe de algún que otro inquilino solvente encaprichado. Yo siempre le sonrío y le digo: No sé Julián, aún no me he decidido. Él lo sabe y yo también, este apartamento es mi único capricho, a parte de fumar claro; sí Amelia, aún no he conseguido dejarlo.
Hoy he revivido algo muy especial nada más entrar y cerrar la puerta he notado tu presencia, bueno, he de reconocer que siempre estás presente, me he dirigido a la cocina para prepararme una taza de café y hasta que me invadiera su aroma he decidido liarme un cigarrillo con un tabaco que mi vecino Aurelio me trajo de unos de sus viajes hace un par de semanas, leyendo la procedencia del mismo y la del café intentaba distraer mi mente de ese nerviosismo interior que se había instalado en el mismo instante que abrí la puerta.
Con la mezcla de aroma y humo me he dirigido al salón, observando las vistas desde el sofá ¿lo recuerdas? Muchos me dicen que ese sofá estaría mejor en la pared de al lado, que es más amplia, incluso que debería deshacerme de él por lo viejo que es, pero yo no les escucho, aquí, en este espacio sólo escucho a mi corazón, y él adora este sofá y lo quiere en el mismo lugar de siempre, sólo él y yo sabemos el por qué. Bueno, cuando leas esta carta tú también lo sabrás. Este sofá aunque te parezca extraño sigue acompañando parte de mis horas de descanso y de lectura. Este sofá conserva los mejores recuerdos que he vivido en este modesto apartamento y los mejores que he vivido junto a ti.
Hoy, subido a lomos de la nostalgia, entre café y nicotina, ha sonado el teléfono y ha sido entonces cuando se ha instalado la imagen de tu cuerpo lánguido sobre el sofá y he empezado a recordar aquel veintisiete de agosto.
Hoy, subido a lomos de la nostalgia, entre café y nicotina, ha sonado el teléfono y ha sido entonces cuando se ha instalado la imagen de tu cuerpo lánguido sobre el sofá y he empezado a recordar aquel veintisiete de agosto.